Está feliz, viene en el metro recordando la experiencia que tuvo este fin
de semana. En su país no es tan libre como desea, en realidad casi nadie es
libre, pero una o dos veces al año logra escapar no solo del país, sino también
de quien finge ser.
Ha conocido a un chico especial, desde el viernes un poco menos de las 12
se encontró con ese guapo mestizo caribeño. Le saludo elocuentemente desde la
barra del bar más concurrido de la calle gran vía de Madrid, luces bajas, mucha
gente, música electrónica, no le gusta ese estilo pero todo es mejor en Madrid,
incluso esa música. Se acerca este moreno sonriendo pícaramente y diciendo que
tiene una estatura muy alta para ser de aquí, sonríe y extiende su mano
diciendo el nombre de su país en lugar de su nombre, ríe con una carcajada como
si le han contado el chiste más gracioso del mundo. Se presenta como Víctor de
Victoria fue un gran momento y ahora lo recuerda con dulzura.
Gracioso, pensó. Casi a las 12, sería como lo contrario a la cenicienta, en
lugar de terminar el hechizo, comenzó, lo mejor es que no duró solo una noche,
sino tres noches que en ese momento le sabía a gloria.
La primera noche fue de bares y copas hablando un poco de todo y al
mismo tiempo de nada, casi al amanecer van por churros y chocolate, se van al
piso de Víctor y entre desayuno y juegos se entregan a una pasión desenfrenada.
Duermen casi todo el día, se despiertan, comen se visten y se disponen a
salir de fiesta pero antes deciden cenar en casa de Víctor, no cocinan, solo
piden comida variada para comer en tranquilidad. Empiezan hablando de sus
países y lo difícil que es salir de un país donde se supone que están en
libertad pero los poderes políticos se asemejan más a una dictadura. Luego se
ponen a intercambiar opiniones de literatura ya que les encanta. En lugar de
salir prefieren pasar lo que queda de noche hablando y conociéndose, casi toda
la noche fue perfecta y solo fue el preludio de la pasión que los consumiría en
las siguientes horas.
El tercer día, aunque un poco cansados, despertaron pronto para pasear por
la ciudad y asistir a un par de eventos muy populares en el verano español. Cenan
en una pequeña terraza y luego regresan al piso. Víctor en un arranque de
sentimiento espontaneo le dice que se quede, que todo sería mejor si se
quedara, pero le invade el miedo y dice que no. recogen sus cosas y se
despiden. No se hicieron promesas, pero sentía que su vida había cambiado.
Salió del metro casi sin darse cuenta y luego de varias vueltas encontró su
puerta de embarque. El avión con retraso, que sorpresa (pensó) 3 horas que no
fueron muy molestas ya que las paso escribiéndose con Víctor (Victoria es lo
que siento, se dijo) y por fin llega la hora de subir al avión. Otra hora más
de espera dentro del avión. Esta hora si ha dejado a todos un poco más
inquietos, pasa algo, se puede sentir en el ambiente, pero el movvimiento
interrumpe sus pensamientos.
Empieza la sensación del despegue, a muchos no les gusta, pero siempre
parece que estás en una montaña rusa, sonríe, unos minutos después siente que
ya están en las alturas, pero de pronto los gritos interrumpen su sonrisa, ve
por la ventana el humo y solo pensó en que no podría despedirse.